Romancillos de cuando chico y que nunca olvido.
Este romancillo me lo enseñó El Chato, el de Cartucho, en Abenójar, rayando yo los catorce años.
Y aún me ocupa un sitio en la cabeza.
Cráneo provilegiado, que decía el borracho de Luces de Bohemia!
Escúcheme Señor juez:
yo en un cerezo subío
de perdigones ya grandes
cogiendo en la capa un nío,
cuando una rama se rompe
y caigo encima de un burro
que había a la sombra el guindo.
El animal de estampía
salió por esos caminos.
No quería que me bajara
ni oir los consejos míos.
¡Por tu mare para burro.
sosiégate animalito
que vas a comprometerme
o a acarrearme un lío...!
Cuando me vio el "alguasil"
y me trajo detenío.
ResponderEliminarMuy bueno, esto mismo pasa a dia de hoy pero con los coches de lujo. Saludos desde Barcelona.