Van y vienen

sábado, 21 de enero de 2012

Las Gallegas

En 1950 estuvo mi padre haciendo cal en la calera de la María Moreno. A Vicente, su padre, le faltaba un ojo, así que metía los haces de monte atravesados y no le cabían por la puerta. Entonces se liaba a jurar a voz en grito y era una gloria oirlo: "Merendón, cabrón. Baja cabrón, que te como las asaduras, Merendón. Cabrón..." y así se podía tirar toda la noche con su cantinela.
También en el año de 1950 hicimos carbón donde Las Gallegas. Esta era una finca que se situaba a unos 6 kms. de Almadén, propiedad de Don Vicente Cárdenas. Mi padre arrancaba las encinas para que mi hermano y yo les fuéramos picando las taramas. Todo ese picón que se producía lo llevaba mi madre cada día hasta Almadén para venderlo. A la entrada del mismo pueblo se apostaba la caseta del "consumista" donde todo aquel que quisiera meter algo con lo que mercar en la población tenía que pagar una especie de impuesto de comercio que se llamaba "el consumo". La buena de Pilar, en lugar de con dinero lo pagaba con un saquito de picón del que se beneficiaba el de la caseta. El saquito poco a poco fue menguando de tamaño así que mi madre le iba cosiendo el fondo por que entrara menos carbón.

Al año siguiente, en 1951, estuvimos en la misma finca pero ya no como piconeros, pues mi padre consiguió el puesto de Guarda Jurado. Teníamos cedido un pequeño huerto y lo atendíamos entre toda la familia, también los abuelos Vicente y Ambrosia. Y por supuesto nosotros dos, mi hermano y yo,  que ya con 15 y 11 años hacíamos todas las labores como el que más.
Aquel 19 de marzo  nació la pequeña de la casa y le pusieron María Josefa Felicia. A los pocos días le salió a la pobre un bultito en el pecho, y el médico de la finca, como era médico, se lo abrió con una cuchilla de afeitar sin mayor problema.
Estuvimos allí hasta el mismo día de San Miguel, el 29 de septiembre, que era cuando se firmaban por aquel entonces los contratos. De San Miguel a San Miguel.
Recuerdo como si fuera hoy mismo que a mi abuelo le volaba el aire el sombrero y cuando al fin lo recuperaba se empezaba a cagar en todos los santos del cielo.  Con toda la gracia del mundo decía que se cagaba en un barco lleno de periódicos, todos escritos con letra pequeña, y en cada letra una virgen y que en todas se cagaba.
         Aquí estamos los dos piconeros.
Familia humilde sí, pero en la Feria de San Atonio, las mejores galas.




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1 comentario:

  1. me gusta tu blog Fructus, eres auténtico porque escribes tus vivencias,¡¡que brotan del corazón!!un abrazo amigo Andrea

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