Van y vienen

martes, 20 de marzo de 2012

FRANCISCO ESTRELLA RUFO







El buen hombre que fue mi suegro me iba másqueriendo ya por aquel tiempo. Y yo que se lo ponía fácil, pues me desvivía por facilitar mi presencia en aquella casa. Recuerdo una vez que se dio con una espiga en un ojo y tuvo que ir hasta Ciudad Real para hacérselo mirar. La noche antes de irse, va y me dice: "mañana me siegas un centeno que tengo allí arriba en la Sierra, pero escucha lo que te digo, no me hagas los "haces" muy grandes". Y mira que me lo dijo, y que me lo dijo claro, pero yo no sé cómo cogí el recado cambiado, y le hice los "haces" como caballos de enormes.

Y qué bronca que me gané. Supongo que por mi equívoco y por el dolor que llevara en el ojo. No llegó sin embargo la sangre al río.
Otro día de aquellos en los que nos íbamos haciendo cada vez mejores las migas, me pidió que le acompañara a segar. Y allí pude comprobar cómo a pesar de la edad que se gastaba, aquel hombre que iba a ser mi suegro segaba como una máquina de las de ahora.


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