A todos nos ha de llegar la hora, pero aquel día le llegó a Ezequiel, el hijo del boticario. Falleció Ezequiel, que se había casado con la Publia, la de Asusta, y al cielo también le pareció mal, pues se puso a echar agua como nunca lo había hecho
E iba la triste procesión toda la calle arriba hacia el cementerio, bajo el agua violenta, y presidida por Don Daniel, el cura de Alamillo.
Ahí iban a cubrirlo con un paraguas.
Tápese don Daniel, que se va a ahogar.
Pero Don Daniiel decía que él no se mojaba, que no había cuidado. Don Daniel no se moja.
A sus flancos iban otros dos curillas que le auxiliaban en las exequias, y era una pena verlos arrugadillos bajo el diluvio. Porque si no se cubría a Don Daniel, no iban a ir ellos bajo palio...
Don Daniel los tenía bien puestos. Los cojones. Ya que no los usaba para lo que estaban hechos, los echaba para casi todo lo demás.
Aunque no lo conocí -al menos conscientemente, porque fue quien me bautizó-, siempre he oído en Alamillo muchos comentarios y anécdotas acerca de la personalidad de este cura de origen burgalés -del norte de Burgos, en la linde con Cantabria-, Don Daniel. Supongo que conocerás esta anécdota que fructificó en un dicho muy popular en Alamillo: un año, la primavera fue abundante en lluvias, y como es propio de nuestra tierra, el campo se puso exhuberante, pletórico. Un paisano, de apellido o de mote "Montes", se dirigió al párroco diciéndole: "Menunda primavera, Don Daniel"; y éste, que parece ser era algo inconformista con la posesión de bienes materiales y que sembraba y se dedicaba a labores agrícolas, le contestaba repetidamente: "Menos primavera, Montes, menos primavera..."
ResponderEliminarDios lo tenga en su Gloria.
Fdo: El Niño de Alcudia